martes, 15 de abril de 2014

Opinión personal (10): Cine e Historia: TROYA (2º de 5)

                2. “Troya” de Petersen versus “Troya” de Homero.    
Wolfgang Petersen estrenó su particular versión de la Ilíada en el 2004. “Troya” fue una superproducción muy costosa protagonizada por el siempre taquillero Brad Pitt. Debo confesar mi inicial desconfianza hacia este film a pesar de que el señor Petersen me parecía –y me sigue pareciendo- un director por lo general solvente.
Tengo guardada todavía un peculiar crítica de la película realizada por Diego Moldes en un libro sobre los estrenos del 2004
Troya es el séptimo largometraje rodado en Estados Unidos por el sexagenario cineasta alemán Wolfgang Petersen (Emden, Baja Sajonia, 1941), a partir de un guión del joven escritor neoyorquino David Benioff, libremente inspirado en la “Ilíada” de Homero. ¿Qué tiene que ver esta superproducción de la Warner Brothers con aquel poema épico escrito hacia el siglo VIII a. C.? No tengo ni la más remota idea. Si nos preguntamos si es pertinente la adaptación, evidentemente, intentar comparar una de las obras de las que se nutre la cultura occidental con esta película es un ejercicio de insensatez. Como todo el mundo debería saber (aunque, incomprensiblemente, desde hace años la literatura clásica no figura en los planes de enseñanza) la “Ilíada” es una epopeya heroica compuesta de veinticuatro cantos en los que Homero da su particular versión del mito de la histórica guerra de Troya, que enfrentó a los aqueos junto con diversos reinos de la Hélade, especialmente Esparta, contra los troyanos y otros pueblos aliados de Anatolia..”….”Este “sustrato” sirve de base argumental para una película que intenta seguir la estela comercial de “Gladiator”, de Ridley Scott. Si en aquélla se efectuaba una disvirtualización del mundo romano, en ésta se hace algo parecido con las civilizaciones prehelénicas de Micenas, Esparta y Troya.  El resultado es  la transformación de un poema épico en una apología de la guerra mediante un lenguaje audiovisual en ocasiones más cercano al videojuego y a la estética y narrativa publicitarias que al tradicional péplum cinematográfico del que, supuestamente, toma su modelo. Todo parece prefabricado para mayor gloria de los músculos de laboratorio de un Brad Pitt con la misma impertérrita mirada de memo durante todo el metraje. Sabíamos que Pitt era un mal actor –y acertamos-; no obstante al ver a ese efebo que responde al apellido Bloom….hasta Pitt destaca al lado de este engendro interpretativo. Entre tanto trazo grueso se agradecen las sutilezas y el inconmensurable talento de la bella Saffron Burrows y el encanto de una anciana Julie Christie…..”.
No he copiado la crítica entera aunque sí lo suficiente de ella como para reflejar mi desacuerdo con su opinión salvo, quizás, en lo referente a la mirada presuntamente transcendental de Pitt o en las habilidades escénicas de ese “engendro interpretativo” de Bloom. Mi desacuerdo proviene -fundamentalmente- porque pienso que cualquier icono de nuestra cultura si puede tocarse, re-interpretarse y modelarse con nuevas ideas.
Puede ser válida una lectura fidedigna y rigurosa, pero también puede serlo una visión nueva inspirada aunque no sea literal (siempre y cuando el producto resultante tenga unos mínimos de calidad y talento). Además es innegable que, sea quien sea el que haga la interpretación del pasado, siempre pecará de la subjetividad del autor.
W.Petersen dejó claro que quería hacer “su” versión de la Ilíada. 
Es evidente –por aceptable que pueda ser su película- que su trabajo no pasará a la posteridad, pero si podemos constatar una cierta mejora respecto a productos anteriores que intentaron lo mismo con resultados muy inferiores. 
Cómo ejemplo un par de muestras.
La guerra de Troya (La guerra di Troia, 1961)”, de Giorgio Ferroni, es un peplum  en toda regla  y en la tradición de los que se hacían en su década pero de cualidades  prácticamente inexistentes salvo que, vista con ojos actuales, pueda suponer una excelente terapia de risa
https://www.youtube.com/watch?v=TUMqMVoOHpE

Como sugieren los autores de “La antigua Grecia en el cine(apasionante libro escrito por Juan J. Alonso, Enrique A. Mestache y Jorge Alonso) hay algunos diálogos y circunstancias que no dejan de tener su gracia. Mencionan en su libro el que mantienen  Eneas y París cuando éste mata a Aquiles con una flecha envenenada (“Una flecha envenenada es más eficaz que una espada”, dice Paris con florentina astucia. La réplica de Eneas es brutal: “¿Dónde la has mojado, en tu sangre?”. Óp.cit.p 103).

Pero los impresinantes musculitos de Steve Reeves ya no justifican  por sí solos –si alguna vez lo hicieron- la visión de esta película (justamente olvidada).

Helena de Troya (Helen of Troya, 1956)” de Robert Wise, tampoco ha superado mínimamente el paso del tiempo. 


Tuve la oportunidad de volver a verla hace poco y todavía estoy bajo la impresión que me produjo el “look” presuntamente inspirado en vasijas y platos antiguos griegos. Sin querer poner en solfa el trabajo de documentación de los escenógrafos ver a Rosana Podesta pasearse tocada con el sombrerito de paja de una payesa ibicenca es impagable pero de escaso valor histórico.
Además las “licencias” respecto a la historia contada por Homero  son cuantiosas, aspecto que no sería esencial sí, al menos, se mantuviese en el “espíritu” de la obra pero no es así (Paris y Helena huyen tirándose al mar desde un acantilado; Paris mata a Patroclo y no Héctor y suma y sigue), por lo que es más que probable que Homero hubiese sentido la misma tentación que yo de no haber tenido que verme en la necesidad de opinar sobre la película: levantarme  y dedicarme a mejores menesteres. 

¿Sucede lo mismo con la “Troya” (2004) de Petersen? Sinceramente creo que no.
Coincido con todos los críticos consultados en que el guión escrito por David Benioff  no puede compararse con Homero. La obviedad debería resultar prácticamente innecesaria porque no creo que el señor Benioff pretenda ser semejante émulo y, en justa reciprocidad, tendríamos que poder ver si el ínclito poeta griego se adaptaría bien a un medio tan diferente como el cine. Aquí creo que debemos admitir cierta libertad si, tal y como ya he referido varias veces, el espíritu que nos comunica el film refleja el de la obra en la que se inspira o demuestra algunos otros atributos que justifiquen su visión.
Revivir a los héroes míticos, sacarlos del polvo de los siglos y hacerlos competir con super-héroes y todo un universo de estrellas nuevas no es tarea fácil.
Aquiles, Héctor, Paris, Helena y Príamo nos conectan con una historia de hace miles de años, pero que ha tenido la magia suficiente como para no ser olvidada. Aquellos héroes se mantuvieron en la memoria de generaciones enteras de forma oral hasta que Homero recopiló y concentró todas las tradiciones en su poema épico “La Ilíada”.
Este poema, escrito en los albores de la Grecia arcaica, se ha constituido en un verdadero patrimonio de la Humanidad que ha sabido sobrevivir a través del tiempo.
Me parece que Petersen era muy consciente de esto cuando afirmó que quería filmar una versión  personal de esta obra, adaptada –según él- a nuestros tiempos y no competir directamente con ella. ¿Ha conseguido una versión “respetable”? ¿Tiene “espíritu”? Personalmente agradezco que se haya atrevido a hacer la película aunque solo fuese para quitarme el mal sabor de boca de los dos “versiones” anteriormente mencionadas pero, evidentemente, ha conseguido más.

En el film se recrea con acierto el ambiente de una época y aunque narra bastante fielmente muchos de los episodios de la Ilíada, se centra, como bien señala el crítico Tomás Fernández Valentí  en “Dirigido por”, en la contraposición dramática del duelo existente a diferentes niveles entre Aquiles y Héctor. “El primero es un solitario, una figura trágica cuya fama como guerrero invencible provoca a su paso odio y temor reverencial, pero cuya vida carece de rumbo alguno: la suya es una existencia vacía y sin sentido, como demuestra el que hablando con su amigo Ulises (Sean Bean), se diga que a Aquiles le daría igual luchar del lado de los griegos que de los troyanos…. Por el contrario Héctor, excelentemente interpretado por Eric Bana, es un hombre atrapado por el peso de sus obligaciones hacia Troya, a la que defiende con tesón; hacia su padre, el rey Príamo (Peter O´toole), al que obedece sin rechistar; hacia su hermano París, al que protege aún siendo consciente de su debilidad; y hacia su esposa Casandra (Saffron Burrows) y su hijo recién nacido: su vida, al contrario que la de Aquíles, está llena, de acuerdo con sus convicciones(Óp. cit. P. 25)
NO es un planteamiento homérico ya que su concepción del héroe no tiene nada que ver con asumir o no determinados valores y, desde luego, el duelo decisivo que se produce entre Héctor y Aquiles, que en la película es una clara contraposición entre dos maneras opuestas de entender la vida, en la Ilíada es el resultado claro y exclusivo de la ira de Aquiles por la muerte de Patroclo (dioses aparte).

La ciudad de Troya que podemos ver en la película se construyó finalmente en México porque la idea original de hacerlo en Marruecos, cómo otras superproducciones de este tipo, no pareció conveniente con la guerra de Irak por medio.

La necesidad de mostrar una ciudad bella que justificase el afán conquistador de Agamenón ha hecho que la Troya del cine se nos muestre mucho más grande de lo que realmente debió ser según sus hipotéticos restos (más adelante tendremos oportunidad de volver sobre ello). Con todo no quitamos valor a unos excelentes planos aéreos de la misma que nos convencen de la realidad de algunas de los poéticas lisonjas que le dedicó Homero en su recuerdo. Aparecen altas torres, amplias calles, grandes terrazas, poderosas murallas. 
Si hay un cierto eclecticismo de estilos (que lo hay) éste no resulta “cantoso” y está dentro de la probabilidad “razonable, vistos los pocos restos que quedan de aquellas neblinosas épocas (aunque es clara la inspiración en Micenas, Cnosos y algunos edificios babilónicos y egipcios). Disculpemos pues las licencias por el tamaño -que en el cine si importa- ya que, en general, lo pequeño no luce en las pantallas panorámicas y la épica parece que exige cierta grandiosidad escenográfica.
La guerra de Troya (también veremos después la historicidad de la misma) se produjo por algo más que una cuestión “amorosa”; en este sentido la película de Petersen incide correctamente en la verdadera motivación del líder aqueo Agamenón y no se recrea excesivamente en la historia de amor entre Helena y Paris, como sí sucedía en la mencionada “Helena de Troya” de Wise (pelín empalagosa). 

Parece comprobado que Troya, ciudad anatólica de influencia hitita, debió controlar el tránsito de mercancías hacia el Mar Negro desde su estratégica posición en el estrecho de Dardanelos, lo que la convirtió en un evidente objeto de deseo.
Los sedimentos han alejado mucho del mar el emplazamiento de sus ruinas (en la colina de Hissarlik, Turquía), pero en la época de los troyanos la ciudad dominaba una bahía que constituía un excelente puerto natural y que, seguramente, fue parada obligada del tráfico marítimo. Troya funcionaba como punto de unión entre tres mares (Egeo, Mármara y Negro); en este sentido su “valor” era indudable más allá de las posibles riquezas que pudiera contener la ciudad en su interior.
Pero la película, que desde su inicio nos muestra  las ambiciones del Agamenón, al que le viene al pelo la excusa del rapto de su cuñada, también nos deja claro que el “héroe” sobre la que va a girar es Aquiles: Aquiles y su afán de gloria, Aquiles y su deseo por Briseida; Aquiles y su “tutelaje” sobre Patroclo (por lo visto es lo políticamente correcto); Aquiles y su enfrentamiento a Héctor; Aquiles y su benevolencia hacia Príamo……

Aquiles…..Aquiles como bien señalan en “La antigua Grecia en el cine” necesitaba un buen poeta (y lo tuvo) más que un historiador
El cine ha contribuido a que las generaciones actuales –mucho más desligadas del recuerdo del pasado- confundan Aquiles y Brad Pitt… pero su recuerdo seguirá vivo mientras sigamos necesitando “héroes”.
En su primera aparición en la película Aquiles/Pitt, desnudo y adecuadamente flanqueado por dos bellas muchachas, es despertado por un chaval que le avisa de que Agamenón le necesita para enfrentarse  en duelo singular al héroe de los tesalios.
 Cuando el crío, asustado por el tamaño del guerrero con el que Aquiles va a luchar, le dice que él nunca pelearía con alguien así, Aquiles le responde lacónicamente:
 “Por eso nadie recordará tu nombre”. 
Obsesión por vivir más allá de la realidad. Ser recordado y serlo como “héroe mítico”.
Llama la atención que un mundo plagado de dioses que se inmiscuyen en la vida de los humanos como es el de la Ilíada sea obviado en la película, que opta por hacer las mínimas referencias a ellos. 
Parece que la sensibilidad del espectador actual no gusta de ver las interferencias divinas en los asuntos terrenales y el director decide ser escueto en estos temas mostrándonos las divinidades de manera circunstancial, casi decorativa, más que cómo los motores de las decisiones de los héroes cuyas cuitas vemos. Al arribar los barcos aqueos a las playas troyanas podemos ver un templo de Apolo (de estilo egipcio más que griego). Dentro de la ciudadela de Troya también tendremos oportunidad de ver unos enormes dioses de piedra a los que Príamo rezará en más de una ocasión.
Aquiles/Pitt se convierte en portador de la mentalidad actual cuando decide cortar de un tajo la cabeza de la estatua del dios Apolo (dios del orden y de la armonía  ante la mirada atónita del jefe de sus mirmidones, incapaz de comprender semejante blasfemia. Además, parece que esa insolencia ante los dioses tiene todavía más peso siendo él mismo hijo de una semidiosa, la nereida Tetis (interpretada en la película por la siempre fascinante Julie Christie). Es evidente, aunque no se diga de forma explícita, que semejante acto de impiedad tendrá sus consecuencias.
En la película también se nos cuenta que la coalición de aqueos salió casi de inmediato en busca de la raptada esposa de Menelao aunque, en realidad, parece que tardaron varios años en ponerse en marcha y encima cometieron algunos errores de cálculo al tomar Misia, en Asia menor, creyendo que era Troya. Fueron repelidos y tardaron de nuevo algunos años en volver a reunirse para atacar finalmente Troya. De hecho, entretanto, Paris y Helena no desaprovecharon el tiempo y tuvieron la friolera de cinco hijos
(continuará)
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Texto: Javier Nebot (abril 2014)
(articulo revisado a 12-01-19)

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