martes, 11 de agosto de 2015

Opinión sobre libros (3): La euforia perpetua. Sobre el deber de ser feliz; de Pascal Bruckner

Leí este libro hace ya unos años, pero cada vez que lo releo aprendo algo nuevo o aprecio un matiz interesante, especialmente ahora que parece ser más obsesivo que nunca el imperativo de ser feliz.
Nada en contra del deseo de bienestar y de la aspiración a una vida mejor. 
Mucho en contra de esa especie de efecto placebo que provoca la sociedad de consumo (por no decir efecto gato por liebre), también en contra de tantos vendedores de humo y, como no si uno es algo reflexivo, de ese afán de estar siempre en una especie de estado "positivo-hipnótico" (happy-flowers) que rechaza esfuerzos y cualquier tipo de malestar como si vivir no fuese -necesariamente- un proceso en donde el dolor y el placer, la alegría y la tristeza, el goce y la pena conviven en difícil equilibrio.
Pascal Bruckner es un tipo inteligente y cultivado pero es, además, un buen y ameno escritor.
En la mejor tradición francesa del ensayo -herederos esforzados muchos filósofos franceses del hábil Montaigne-, Bruckner consigue hacernos pensar respecto a ese nuevo imperativo categórico que es la búsqueda de felicidad  a cualquier precio y que tantos persiguen azuzados por muchos gurus baratos (o no) que venden en forma de libros de auto-ayuda recetas que rondan  -cuando no caen- el pensamiento mágico (y no precisamente por su calidad literaria). Para ello Bruckner realiza un buen repaso a la evolución histórica del concepto, analizando como desde los primeros planteamientos filosóficos griegos y las posteriores promesas de salvación personal del cristianismo (fuera siempre de este mundo), el humanismo construyó unas nuevas bases que  acabarían cristalizando en la Ilustración y que terminaron por ser la base de esas ansias de felicidad personal irrenunciable que se viven hoy.
Claro que -con acierto desde mi punto de vista- Bruckner advierte que obsesionarse con la felicidad es peligroso porque cuanto más se la busca menos se la encuentra.
El planteamiento debe ser diferente -como ya apuntan muchos expertos en psicología positiva-
y pasa por una búsqueda de sentido y una mejor administración del placer.
Si usted es de los que se pone delante del espejo forzando una mueca de sonrisa y repitiéndose mil veces lo feliz que es o  para auto-sugerirse eslóganes del tipo "porque tu lo vales", NO lea este libro porque seguramente le parecerá un pestiño que nada tiene que ver con su manera de entender la realidad.
Si usted quiere reflexionar sobre lo que realmente le mueve y sobre las muchas programaciones sutiles con las que a veces no programan, SI, léalo. Seguro que le sacará partido al libro y disfrutará también de su pateamiento y  de sus análisis.
Si no ....es posible que puede llegar a ser victima de la felicidad.
En frase de Francois Mauriac -con la que sutilmente se inicia el libro-:
"La felicidad se ensaña con algunos seres como si se tratase de la desgracia, y ciertamente lo es!
porque, como señala Bruckner, "ahora tenemos derecho a todo, menos a conformarnos con cualquier cosa".
Y -como ya conozco a algunos que consideran que soy demasiado inconformista en mis opiniones y algo  agonías en mi manera de entender la vida- cito lo que podría ser un perfecto resumen del criterio que quiere transmitir el autor y que comparto totalmente:
"No se trata de estar en contra de la felicidad, sino en contra de la transformación de este sentimiento frágil en un autentico estupefaciente colectivo al que todos debemos entregarnos, ya venga en forma química, espiritual, psicológica, informática o religiosa........me gusta demasiado la vida para querer ser solamente feliz!! (p.19)
Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al artista o artistas referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser un homenaje y una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.

Texto: Javier Nebot

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